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LA DIVINA PROVIDENCIA 257 ---- Dios, y ni siquiera sabe el hombre si es objeto de amor o de odio; todo está encubierto ante él" (20). Abandonarse con confianza en la Providencia de Dios que nos creó para su gloria y nuestra felicidad. "Echa so– bre Yavé el cuidado de ti, y Él te sostendrá, pues no per– mitirá jamás que el justo vacile" (21). San Pablo propone el ejetmp,lo de los atletas a los de Corinto, diciendo: "¿No sabéis que los que corren en el estadio todos corren, pero uno solo alcanza el premio? Corred, rues, de modo que lo alcancéis" (22). Así, pues, os exhorto a la fidelidad a la gracia y a la vocación con las palabras del Príncipe de los Apóstoles, San Pedro, que decía: "Pues que por el divino poder nos hain, sido otorgadas las cosas que tocan a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que nos llamó por su propia gloria y virtud, y nos hizo merced de preciosas y ri– cas promesas para hacernos así partícipes de la divina natu– raleza, huyendo de la corrupción que por la concupiscencia existe en el mundo; habéis de poner todo empeño por mos– trar, en vuestra fe, virtud; en fa virtud, ciencia; en l,a cieinda, templanza; en la templanza, paciencia; en la pa– ciencia, piedad; en la piedad, fraternidad, y en la frater– nidad, caridad. Si éstas tenéis y en ellas abundáis, no os dejarán ellas ociosos ni estériles en el conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Mas el que de ellas carece es de muy corta vista, es un ciego que ha dado al olvido la pu– rificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, ta:Thto más procurad asegurar vuestra vocación y elección cuanto que, haciendo así, jamás tropezaréis y tendréis an– cha entrada en el reino eterno de Nuestro Señor y Sal– vador" (23). (20) Ecl., IX, 1. (21) Sal., 64, 23. (22) J Cor., IX, 24. (23) JI Pt., I, 3-11.
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