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LA DIVINA PROVIDE~CIA 253 tenerle" (13). Hay que poner la confianza en el Señor Om– nipotente, quien, es capaz de levantar al que cae y de con– servar al justo en medio de un mundo corrompido y ¡:ier– verso... El Concilio de Tren to definió: "Si quis dixerit iustifi– catum, vel sine speciali auxilio Dei, in accepta iustitia per– severare possc vel cum eo non possc, anathema sit" (14). Ese auxilio especial no quiere decir que sea una nueva gra– cia o acción divina, hasta que la gracia justificante habi– tual sea C01nservada en el alma a la hora de la muerte. El don es¡x>eial consiste en que en uno se verifique la unión del estado de gracia con la muerte real; en cambio, en otro que Dios permita que la unión se verifique en estado de culpa mortal. La unión del estado de gracia con la muer– te es un gnm don, ,u·na gracia incomparable, y lo concede la misericordia divina, y en este s<'nlido es un don o gra• da N,pecia!. E.sle don se puede obtener sólo de Aquel que puede ha· cer que quien est{> en pie no caiga y el que ha caído se levante (15). El perseverar en gracia santificante hasta el último mo• mento es una gracia especial. "Mis ovejas oyen, mi voz, y las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eter• na y no perecerán para siempre" (16). Los elegidos son conocidos antecedentemente y los ama• dos con predilección, que ninguno logrnrá arrebatarlos de sus manos. Por olra parte, sabemos que Dios no mrnnda cosas im– posibles. Dice San Agustín: "Deus impossihilis non iubet, sed iuhendo, monet et facere quod possis et petere quod (13) Rom., XIV, 4. (14) Ses. VI, can. 8H. Denz., 832, (15) Denz., 806. (16) Jn., X, 27-29.
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