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I..A DIVINA PROV1DRNCIA 251 escondí tu talento en la tierra; aquí lo tieJ1ies. Respondióle su amo: Siervo malo y haragán, ¿conque sabías que yo quiero cosechar donde no sembré y recoger donde no es– parcí? Debías, pues, haber entregado mi dinero a los ban– queros para que a mi vuelta recibiese lo mío con los i¡,te– reses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez" ·(7). Semej:mte a esta parábola del Señor es la parábola que nos refiere San Lucas acerca de las nünas (8). En estas comparaciones .Jesús nos da enseñanzas sublimes para nuestra espiritualidad. No consiste la perfección en hacer milagros, ni cosas sublimes, ni en tener elevadones o revelaciones extraordi– narias. Dios se cnmunica en la vida í:ntima, humilde y or– dinaria. Vivir la vida Pscondida con Cristo en Dios (9). Vi– \ir la vicia doméstica de Nazaret en caridad mutua y fer– vor ardiente. Seguir la voluntad de Dios en las cosas or– dinarias y pequeñas. Escuchar su voz y su gracia lo mismo en la soledad que en el tumulto. Corresponder a sus gra– cias que a manera de lluvia tranquila y serena van pene– trando la tierra y se empapa de la unción del Espíritu Santo, que va descendiendo por toda la persona y llega a lo profundo del corazón. Ser fieles a Dios en las cosas pequeñas, en el momento presente; complacerle con humilde resignación en las ad– versidacks cotidianas de la vida; dejarse llevar como ni– ños de las manos del Padre celestial; pedir ayuda de la gracia para obrar lo grande y lo pequeño. ¡Oh qué dulce vida! Vivir en el abandono amoroso del mejor de los Padres con la vista puesta en la belleza y ternura de la mejor de las Madres. Jesús, vivir contigo quiero, y vivir sin '!"'i no puedo. Tú estás en mi y yo vivo (7) Mat., XXY, 14-30. (8) Luc., XIX, 11-26. (9) Col., III, 87.

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