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LA ü!VINA PRO\'IDENClA ------------------- sufrir con Él, pero no se puede decir que no sufrieron. Tu• vieron la propia sensibilidad y quizá, en ocasiones y cir– cunstancias, más exquisita. ARTfcULO 4.º Abandono y quietismo. En el santo abandono y la resignación cristiana hay que tener la debida moderación, para no caer en los errores del qtl'ietismo o semiquietismo condenados por la Iglesia. Molinos y sus secuaces enseñaron una absoluta pasivi– dad y quietud interior, de tal modo que el alma no desea la perfección ni la virtud y no desarrolla actividad alguna. Es una especie de aniquilamiento, en el cual el alma no obra. Las oraciones vocales, las penitencias y las obras ex– teriores no valen nada. La Iglesia censuró la doctrina del sacerdote Molinos, del cardenal oratoriaino Maleo Petrucci y de José Becarelli. Igualmente propagaron en Francia las ideas quietistas la viuda Juana M. de la Motte Guyon y el barnabita Francisco Lacombe y el célebre Fent'lón, a quien combatió Bossuct. Algunos quietisfas defendían que se debía servir a Dios con un amor purísimo y desim.teresado, que excluye todo galardón o recompensa. El móvil principal debe ser la glo– ria de Dios, pero de tal modo que n-0 excluya la gloria pro– metida a nuestras buenas obras. Esto entra en los planes de la Providencia y en la misma voluntad de Dios, que quie– re que el hombre se salve y adquiera su última felicidad. Sería un modo de obrar contra la misma voluntad del Crea– dor, que no excluye el bien de la criatura. El abrundono y la conformidad a la voluntad de Dios, la resignación total– mente pasiva no deben excluir los actos externos de culto, ni la práctica de los ejercicios de piedad, ni los esfuerzos 16

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