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LA DIVINA PHOVIDDH.:J.\ cia, pero eran solícitos en el cumplimiento de sus deberes, en, la observancia de sus obligaciones, en el empleo de los medios necesarios y útiles para conseguir los fines. Dios nos ofrece su Providencia, pero no nos autor·iza la negli– gencia. Confiemos en Dios y pongamos de nuestra parte lo que podamos y usemos de los medios naturales y sobre– naturales que Dios nos dio. El que nos hizo sin nosotros no nos justifica y nos santifica sin nosotros. T'-;unca dehe• mos tentar a Dios ni exigir milagros cuando 110 son nec~– sarios. El obrero debe trabajar para g~inarse su salario y no esperar qu•~ lluevan pei;etas del cido. El enfermo debe consultar al médico y aplicar las medicinas oportunas; pero no abandonarse sin hacer nada, psperando que cada mo– mcn.to Dios hará milagros para curarle. El agricultor, si quiere recoger los frutos del campo, es necesai-io que lo cultive. El estudiante, si quiere Sftlir bien en sus exáme– nes, es necesario que estudie. Ninguno puede ponerse en peligro voluntariamente, espl 0 rando que un ángel venga con la espada para amenazar a los enemigos. ¡ Pom,te delante del león furioso y no corras! Es necesario que el abandono vaya unido a la pruden– cia y a la discrechín. Cada uno haga lo que pueda de su parte, ore y trabaje, después confíe que Dios no le aban– donará. Velad y orad para no caer en la tentación ( 1). El que ama el peligro en, él perecerá (2). ,lbandono y 1lolo1·. La grada no destruye la naturaleza. La santidad eleva, pero no cambia al hombre. I"..Jo obstante el abandono en las (1) .iilat., XVI, 41. (2) Eclo., III, 27.

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