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20 ------ _P. PÍO M.ª DE l\WNllHEGANES, º· F. M,. CAP.____ los homllres mús abyectos. En una palabra, existen ccJ.~as qne antes uo Pran. 1'udu lo que 1·0111icn::,a a c.ri :slir 1·1•quicte una causa. Pal'a que una t·osa sPa prodneida neep;.;ila de otra qtw la produzL'a. Nadie puede prodnrirc"r a sí mismo; unlP.-; es el srr que ni olJcar. No existir y a la ypz ullrar para producirse es abiPrln conlra– dicciún. Tamp<wo la produce la nada, porque la nada no existe ni obra. Lurgo exig·e otrn cosa que la produzca, que sea real, disLinta y raz<'m de su PXislencia. El artista que contempla los cuadro" de llafael, Miguel Angel, Yelúzquez, :\lurillo... instinti– vamente deduce que existieron eso~ genios dnl arte, qué ma– nejaron sus pineelns. La primera causa debe ser improducta. Tenemos que todo lo que empieza tiene que ser .causado por otro; que en diferentes líneas los seres proccdei:11 de otros. Vamos ascendiendo en esa serie infinita de causas intermedias, producidas, que comenzaron a existir; pero eso es inútil, porque nunca llegaremos al término, jamús encontraremos una causa que no haya empezado a existir, te'll.drcmos una infinidad de hijos sin primer padre, una infinidad de vi– vientes sin el primer viviente, una infinidad de efectos sin causa primera, es decir, aumentaremos los efectos sin ja– más llegar a la causa primera. De nada nos sirve multiplicar hasta el infinito los acue– ductos si no los empalmamos con el manantial. Luego es forzoso remontarse a una causa común, primera, impro– ducta, que no ienga razón de efecto, que haya sido siem– pre causa y nunca .efecto. A esa primera causa incausada reconocemos, adoramos y amamos como a Dios. § TH. 1\rgu,nento de contingencia. Preguntemos, por tercera vez, a las cosas de este mun– do: ¿ Por qué tenéis la existencia? ¿ Sois de tal naturaleza que no podéis menos de existir o hahéis existido eterna-
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