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LA l>IVIN.\ PROVIDENCIA 231 dolo a mayores y ocultos bienes. Dios no quiso el deicidio de los judíos, las humillaciones, ultrajes y ofensas que hi– cieron a Jesús; pero permitió la crncifixión de J esucrii;to, ordenándola a la redención universal ele todos los hom– bres. Pro omnib,u·s nmrl,mis cst Chrislus. Ciertamente que Dios no quiere positivamente i'1s injusticias, humillacio– nes, agravios, calumnias, envidias, atropellos, que tal vez nos causan los prójimos. Detesta los pecados, como tam– bién nosotros los debemos detestar en nosotros y en los demás. Pero permite todas esas faltas que proce,den de las c.ausas segundas, para castigar nuestro cuerpo, para puri– ficar nuestra alma, para ganar méritos para la eternidad y por otros motivos. ARTÍCULO 3.'" Voluntad de beneplácito. Es el acto interno de la voluntad divina que no se nos ha manifestado por alguna señal exterior. La c01n.formidad a esta voluntad de beneplácito se llama también santo aban– dono. De él trataremos más adelante. Nosotros no conocemos nuestro porvenir. Nos angustia– mos muchas veces y exclamamos: ¿ Qué será de mí? ¿ Qué será de mi familia? ¿Qué cosas acontecerán en el mundo? ¡Oh cuántas incertidumbres tenemos en la vida! En todo nuestro futuro contingente debemos tener pre– sentes estos principios: 1.~ La voluntad de Dios, causa suprema de todas las cosas, gobierna al mundo y en especial a los hombre~. 2.~ La voluntad divina es esencialmente buena y be– néfica. A nfoguno quiere mal y eon todos usa de miseri– cordia. 3.~ Todas las cosas de este mundo, prósperas o adver-
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