BCCCAP00000000000000000000626

LA DIVINA PROVIDBNCI.\ 229 1) Prohibición. Dios prohih;,.' todos los pecados graves y leves. Es indispensable conformar nuestra voluntad, evi– tando toda ofensa de Dios, aunque parezca pequeña. Dice Santa Teresa: "Pecado muy de advertencia, por chico que sea o parezca ser, Dios nos libre de él. Cuanto más que no hay poco, siendo contra una tan gran majestad y viem~ do que nos está mirando. Que esto me parece a mí que es pecado sobrcpensado y como quien dice: Señor, aunque os pese, haré esto; ya veo que lo veis y sé que no lo que– réis y lo entiendo, mas quiero más seguir mi antojo que no vuestra voluntad. Y que en cosa de esta suerte hay poco, a mí no me lo parec,e por leve que sea la culpa, sim) mucho y muy mucho" (3). En la comisión de las culpas podemos distinguir la ofen– sa de Dios y la humillación de la criatura. La ofensa de Dios se debe detestar con todas las fuerzas. La humilla– ción que quizá se siga, por lo menos la confusión y ver– güenza delante del confesor, hay que aceptarla como sa– tisfacción y castigo de nuestras culpas. "Bien me ha es– tado ser humillado, para aprender tus mandamientos" (4). 2) Precepto. Dios manifiesta su voluntad por todos los preceptos de la ley natural, positiva, eclesiástica, monásti– ca y civil. Todas las leyes justas y legítimamente dadas son para nosotros voluntad significada de Dios. Obliguen bajo grave o bajo leve, bajo culpn o bajo pena, nos ma– nifiestan la voluntad de Dios. Toda potestad viene de Dios, luego lo que mandan y ordoo,an justamente y legítimamente las potestades en su debido campo, por medio de preceptos o de leyes, mani– fiestan la voluntad del Supremo Legislador. Los deberes comun~$ o particulares que imponen los (3) Camino de perfección, 41, 3. (4) Sal., 118, 71.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz