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tA i>IViNA Pf\O\'inil..'1CtA 221 go" (18). Los sentidos no se sacian jamás. Cuando mús se les conced.e, más exigen. Quier<.>n pasar de un goce a otro. Los que se dejan dominar por los sentidos y por la ima– ginación viven de ilusión y de engaños, disipados y agita– dos. Las diversiones, las lecturas novelescas, los ejemplos de. otros mundanos, los medios de atracción modernos fo– mentan continuamente los deseos ele placer. Dke la Sabi– duría "que la fascinación del vicio co1-rom1Y~ el bien, el vér– tigo de la pasión pervierte la men Ie sana" (19). El hombre en estas circunstancias ¿.cómo puede estar indiferente para Jo que se le indique? ¿Qué disposición de voluntad podrá tener para abrazarse con la penitencia, el sacrificio y la adversidad? b) Falsos dictámenes. Los mundai:os, si no han per– dido totalmente la fe, wn la vida poco co:nforme con los principios racionales y cristianos. Quizá sientan los remor– dimientos de la conciencia en momentos de calma, pero se procuran los placeres y las distracciones para calmar– los. No juzgan de las cosas según las verdades reveladas, sólo según la apariemda y la ilusión del momento. No apre– cian la diferencia entre lo temporal y lo eterno, entre lo material y lo espiritual. .. San Pablo ruega a los romanos: "No os conforméis a este siglo, sino que os transforméis por la renovación de la mente, para que procuri·is conocer cuál es la voluntad de Dios, lrnf'na, grala y pt>.rfccta" (20). El mismo avisa a los colosenses y les dice: "1'íirad que nadie os engañe con filosofías falaces y vanas, fundadas f'n tradiciones huma– nas, en los elementos del mundo y no en Cristo" (21). Si uno está lleno de los elementos del mundo, de pre– juicios terrenos y de ideas vanas, ¿cómo puede estar indi- ·(18) Is., V, 20. (19) Sab., IV, 12. (20) Rom., XII, 2. (21) Col., II, 8.

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