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220 los hombres u otras causas exteriores, vamos a indicar los impedimentos que proceden de nosotros mismos... 1. Nuestros hábitos. La repetición de actos va forman– do los hnbitos o costumbres. Las costumbres inveteradas de una naiuraleza vkiosa son muy difíciles de corregir. ¿Cómo podrá uno ser indiferente cuando está acostumbra– do a ciertos morlos y maneras de obrar? Dificil es cambiar de coslnmhns. Se requiere virtud y tiempo. La naturaleza no obra por saltos. 2. La posición social. Cuando uno es joven o vive en un estado de perfección, como sacerdotes y religiosos, es más fácil estar indiferentes para lo que disponga la auto– ridad. Los ánimos son más dóciles y se rinden con facili– dad. Pero cuando uno está libre manda en sí mismo y en sus cosas, hace lo que quiere y es independiente de los de– más. Si no se cree infalible, por lo menos prefü::re su pa– recer y su juicio a los de su prójimo. Le parece tener siem– pre razón. ¿Cómo vivir con in-diferencia en este estado de egolatría? ¿Cómo estará dispuesto a humillarse y dejarse ~uiar 1l0r otros hombres? ¡,Cómo podrá ser indiferente en tantos asuntos de la vida social o colectiva? 3. Impedimento., r¡ue proceden de mH•stra misma natu– raleza: a) Los sentidos II la fantasia. Las cosas externas im– presionan nuestros scn.tidos y obran sobre la fantasía. Una multitud inmensa de imúgenes o fantasmas invaden nues– tra imaginacit'>n, la perturban, la agitan, y no pocas veces la pervierten. Ltwgo vienen las alucinaciones, las manías. las ilusionc-s fnntústicas. Nos parece ,er lo que no hay, sen– tir lo que en realidad no se siente. Se cree realidad lo que ohjetivam~ntc no lo es. Puede suceder lo que dice Isaia5 de los perversos: "¡ Ay de los que al mal llaman bien y al bien mal; que de la luz hacen tinieblas y de las tinieblas luz; y dan lo amargo por dulce y lo dulc~~ por amar-
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