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LA DIVINA PROVmJ,;:-;crA § IV. ¿Por qné hacerse indiferente? a) Es razonable. Porque, consideradas las cosas en sí mismas y tomadas materialmente, lo mismo nos pueden conducir o ayudar al fin. No hay razón para estimar o preferir una sobre la otra. Luego es muy razonabl,e con– seryarse en equilibrio o i:ndiferencia hasta que se conozca lo mejor, para determinarse y elegir con acierto. b) Es justo. Dios y el alma, he aquí las dos cosas a las cuales el hombre debe dirigir todo. Lo demás por sí mismo no importa nada. E.s, pues, j11slo ponderar bien si el uso favorece o no a los intereses del alma y de Dios. c) Es útil ese estado de santa indiferencia y bondad de nuestro obrar. Las pasiones, en último término, no son más que apegos a las cosas criadas. La indiferencia nos defiende de los accidentes humanos. Ni lo alto, ni lo bajo, ni el más, ni el menos, nos pueden alterar. Cualquier co~u que suceda se considera dispuesta o permitida por la vo– luntad de Dios. Sobre el justo no vendrá la adversidad. "Non contrisi.ahit iustum quidquid ei acciderit" (17). el) Es necesario. r,o cr1nocicndo nosotros lo que sea rnús favorable o desfavorable para el fin, sin una tal indi– ferencia nos dejaríamos arrastrar del instinto natural y no sabríamos usar bien de las criaturas, particularmente <'n los momentos rte prueba. Es, pues, necesario el equi– librio... § V. lmpcdim 1 •nfos pm·r1 la inrlifcl'cncia. Dejando aparte los impedimentos externos para nues– tras indiferencias que pueden provenir del demonio, de (17) Prov., XII, 21.
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