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LA llIVI>1,\ PHO\'TDE:-.cu 215 "Seria tan imposible pedirle a la s,ensibilida<l que no sienta nada ante el dolor, como decirle a una persona que acaba de encontrarse con un leóa amenazador: No tengas miedo. No es posible dejarlo de tener. De do [l.de no hay que turbarse cuando se siente la repugnancia de la naturaleza, con tal que la voluntad quiera aceptar aquel dolor como venido de la mano de Dios, a pesar de todas las protestas de la sensibilidad inferior. Este es exactamente el ejem– plo que nos dio Nuestro Señor Jesucristo, quien, por una parte, deseaba ardientemente su Pasión "quomodo coarclor" ... (8), "desiderio desicleravi"... (9), y, por otra parte, acusaba el dolor de la partP, sensible: "l\ie muero de tristeza" (10); "Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has aban– donado" (11). Esta indiferencia esencial es la via segura de la san– tidad. Es una disposición noble y al mismo tiempo nece– saria. Siendo las cosas indiferentes, es decir, que pueden ayudar o impedir, es necesario saber usar de ellas. La in– diferencia santa y recta es el compendio de la verdadera sabiduría. Dice el Profeta Baruc: "Aprende dónde está la prudencia, dónde la fortaleza, dónde la inteligencia" (12). San Pablo escribía a su discípulo Timoteo: "Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en mu– chas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hom– bres en Ia perdición y en la ruina; porque la raíz de to– dos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ésa, se extravían en la fe y a sí mismus se atormentan con muchos dr>lores. Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre. Combate los hueinos comba- (8) L11c., XII, 50. (9) Lz1c., XXII, 15. (10) i'lfot., XX.VI , 38. (11) Mat., XXVII, 46. Cf. A. IloYO l\IARÍ:.., O. P., Teolog. de la Perfec. cristiana, pág. 791. Madrid, 195L {12) BaN1c.• III, 14.
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