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214 - P. _PÍO ;\,Lª. DE MONDHEGANES, º· F. M. GAP. ___, - Dos clases de indifel"encia: Hay una clase de indiferen– cia que se llama esencial, que radica en -la voluntad libre. Hay otra indiferencia accidental, según la parte infe– rior del s,entimien,to. A) Indiferencia esencial. La indiferencia de la volun– tad no. es otra cosa que la energía del alma gPnerosa y fuerte que en su pleno arbitrio permanece en .equilibrio ante todas las cosas que no sean Dios o conduzcan a Él. En otras palabras, es la disposición constante de la voluntad, la cual, en el uso de las criaturas, no se determina por el g1Jsto o la repugnancia. Permanece en perfecto equilibrio, y no elige hasta que no ve la voluntad cl,e Dios. Es el per– fecto abandono a la voluntad de Dios. Es necesario que nos– otros nos mostremos indiferentes a la voz de los sentidos y solamente esperemos conocer el motivo de la mayor gloria de Dios. B) lndifer.encia acciclenlal. Es la indiferencia def gus– to o del sentimiento, a la cual se tiende mortificando las inclinaciones naturales y sometiéndolas a la razón y a 1 la fe. No importa scntir las inclinaciones o repugnancias de la sensibilidad, sino en moderarlas de tal modo que no sean obstáculo en el uso de las cosas y en la elección de los medios. El hombre im,diferentc debe esforzarse en dominar y moderar poco a poco la sensibilidad, de trul modo que no sea ocasión de peligro. La sensibilidad no está en nues– tro poder, como la voluntad: no es posible suprimirla, bas– ta llegar a no tener cuenta de ella, procurando que la par– te inferior obedezca a la superior. Dice muy bien a este propósito el padre Hoyo, hablan– do de la indiferencia esencial de la voluntad. "Esta indife– rencia se entiende solamenie según la parte superior del alma. Porque, sin duda alguna, la parte inferior o incli– nación natural- -voluntas, ul natura-, como dicen los teó– logos, no puede memos de sentir y acusar los golpes del infortunio o de la desgracia.

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