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LA DIVINA PHOVIDE)<CIA 207 a este solo precepto del amor: "Amarás a tu Dios con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo" (4). Después de cumplir este precepto durante la vida mor– tal glorificará a Dios por toda la eternidad, por la pose– sión del mismo Dios, objeto único y necesario de su feli– cidad. Como dice San Ignacio: "El homhre fue creado para alabar, reverenciar y servir a Dios, Nuestro Señor, y me– diante esto salvar el alma" (5). Esta verdad nos enseña la fe y la razón. Esta vida temporal es una preparación para la eterna. ¿Cuál es el fin próximo de las otras cl'ialuras? Por otras criaturas entendemos todo cuanto existe o puede existir fuera del hombre y de Dios. Todo lo que circunda al hom– bre en el orden de la naturaleza y de la gracia, ¿qué fina– lidad próxima tiene? Responde San Ignacio: "Las otras cosas sobre la faz de la tierra fueron criadas para el hom– bre y para que le ay,uden en la consecución del fin por el cual fue criado" (6). Luego todas las cosas son inmedia– tamente para el hombre, y el hombre con ella3 para Dios. Todo cuanto existe en el mundo visible e invisible, en la vida corporal y espiritual, natural y sobrenatural, privada y pública, dentro y fuera de sí, próximamente se ordena al hombre. ¡ Qué admirable Providencia! Dios quiere con una voluntad creativa, positiva o permisiva que todo sirva al fin del hombre. Dios puso todas las cosas al servicio del hombre, no como fin último y supremo, sino como medios para con~ seguirle. Dios, como hemos dicho, en la creación se pro– pone como fin supremo su propia gloria externa. Esta glo- (4) Luc., X, 27. (5) Texto de los Ejercicios. (6) Texto de los Ejercicios.
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