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LA DIVINA l'HOVIDL'lCI.\ 17 l\Iovirnienlos cuantitativos. La plantita de pino qne apenas sobresalía de la superficie se drsarrolla, creer y, gallarda, sci eleva !Justa eincnP11la y más 11wtros de allnra. El nifío que al vier por Jll'irnera YPZ el sol era un cnerpecilo pequefío, tierno y dPlicado, con el corTPr dti los a110s llllg,arú a sm· adulto, ro– lJllsto y fornido. l\lovimienlos snbstanciales que pfütetran lln la l's<'ncia de las cosas y las (·rmviPrlPn en seres específiearnenle di,;linlos. Ved e:;ll grano de trigo que el laborioso agricultor arroja al surco, germina, crPC(', espiga, se muPle, se conviPrle Pn blanca liarina que, amasada en panPs, nos sine de alimento; nos la asimi– lamos, nos nulrP, se com·iPrle en sangTe que circula por las venas, se hace carne <le nuestra cal'!H\ lrnPso ele nuestros lme– sos. Y e,;lo lo hacen muchos gra,nos, muchas fruta,;..., lodos los alimentos que la Proriilcncin nos prodiga para conservar la existencia. Luego el movimiento existe por doquiPra, ltasla e.n los úlo .. rnos mús diminutos existen i1mumera1Jles villracione~. Los se– res pasan de un estado a olro, ele la potenria al acto, del. no ser al ser. El nwvimiento sitponc un motor disNnto. El movimiento o,~ el trúnsito de un modo de ser a otro, de la pntencia al arlo. Esto exige un motor que cambie la cosa del primer modo al segw1do; de otra manera tendría a la vPz dos modos cliversc,s, sería y no snfa al mismo tiempo. Pedro estaría y no estaría en rasa, enfermo y sano, sería grande y peqnefio, sabio e ig– norante, trigo y carne humana, todo lo cual se opone al prin– cipio de rnntradiccitín. Por tanto, lo que pasa de lo indetPrmi– nado a lo detPrminado, de un modo a otro distinto, de la po– tnneia al acto, necesita un rnotor di~tinto de la cosa movida. El movimiento lo deseornpmH 1 1110s en dos elementos: cosa que mueve y es movida. Acaece qne, cuando YPmos moverse una cosa, instintivamente lrnsearnos la causa de su movimiento. Ve– mos la locomotora que se rnuern arrastrando enormes peso;; y nos damos cuenta de qne la fuerza expansiva del vapor PS la causa de su movimiento. Contemplarnos el aeroplano que mer– ced a sus alas lliP1Hle los espacios y no paramos hasta averi-
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