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y carros, y una gran tropa que llegaron de noche y cerca– ron la ciudad de Dotán. "El siervo del hombre de Dios se levantó muy de mañana, y vio que la ciudad estaba cer– cada por una tropa de caballos y carros, y dijo al hombre de Dios: ¡ Ah mi Señor! ¿ Qué haremos? El le respondió: Nada temas, que los que están con nosotros son más de los que están con ellos. Elíseo oró y dijo: ¡ Oh Yavé ! Abre– le los ojos para que vea. Y Yavé abrió los ojos del siervo y vio estar la montaña llena de caballos y carros de fuego que rodeaban a Eliseo" (5). Son realmente muchos los enemigos que rodean al hom– bre para devorarle: el mundo, el demonio, la carne, las tentaciones y concupiscencias; pero es mayor el número ele los defensores. Son legiones de ángeles que Dios, bonda– doso y misericordioso, pone al servicio de los hombres para defenderles. Todo el cielo está a las órdenes de Dios. En primer lugar, tenemos a Jesucristo, que es nuestro Rey y Capitá:n. Tenemos a la Virgen Inmaculada, Torre de David, Auxilio ele los cristianos, nuestra defensora y pro– tectora. Tenemos a los ángeles del cielo, particularmente los án– geles custodios, dados por Dios para nuestra defensa. Com– pañeros que nos asisten siempre en la peregrinación de este mundo. Tenemos tantos santos y Patronos en el cie– lo, que nos ayudan e interceden por nosotros. La Providencia divina, interviniendo por sendas ocul– tas y con acciones invisibles, 'Ilos asiste y protege; nos da vigor y fuerzas en las batallas del espíritu; nos concede la victoria sobre los enemigos del a!lma y del cuerpo. Dios es nuestra defensa y fortaleza; iluminará nuestras tinieblas y corroborará nuestras debilidades. "Eligió Dios la necedad de este mundo para confundir a los sabios y eli– gió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuer- (;,) II Re¡¡., YI, 16-17. .(Yulg., IY Reg.)

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