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LA DIVINA PROVIlJENCIA 187 mina. Pero la acción milagrosa de Dios no se da siempre. Por intercesión de la Virgen de Lourdes y de Fátima se verifican muchas curaciones milagrosas; pero ·no todos los enfermos que acuden a esos santua,rios marianos obtienen las gracias pedidas. Los milagros los concede Dios como y a quien quiere. La resignación y la paciencia en las enfermedades no impiden los remedios humanos y oportunos. Dios n.o recha– za las medicinas y los médicos, cuando son necesarios. Es de obligación poner fos remedios ordinarios y oportunos. Oye los co11sejos que da el Eclesiástico: "Atiende al m<'.~– dico antes que lo necesites; que también él es hijo del Se– ñor. Pues del Altísimo tiene la ciencia de curar, y el rey le hace mercedes. La ciencia del médico le hace rundar er– guido y es admirado de los príncipes. El Señor hace brotar de la tierra los remedios, y el varón prudente no los des– echa. f~l dio a los hombres la ciencia para mostrarse glo– rioso en sus maravillas. Con los remedios el médico da la salud y calma los dolores, el boticario hace sus mezclas para que la criatura de Dios no perezca. Y por él se difun– de y se consen-a la salud entre los hombres. Hijo mío, si caes enfermo no te impacientes; ruega al Sefior y Í'::l le sanará... Y llama al médico, porque el Señor lo creó, y no Je alejes de ti, pues te es necesario. Hay ocasiones e:r1 que logra acertar. Porque también él oró al Señor, para que le clir¡gicra en procurar el alivio y la salud, para prolongar la vida del enfermo. E1l que peca contra su Hacedor caerá en manos del médico" (5). Después dr usar los medios oportunos, abandonarse en las manos de la Divina Providencia para que en todo se cumpla la voluntad d ~ Dios, árbitro de la vida y de la muerte. Entre la multitud de e:n.fermcdadcs hay un tipo especial (5) Eclo., :rn, 1-15.
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