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181l delante de Dios y se pone a los pies de todos los hombres. Se considera digna de desprecio y de olvido, pe;n,as y cas– tigos. Si Dios, después de tantos extravíos, malicias e ig– norancias, no la ha condenado a los suplicios sempiternos es porque la quiere para la gloria. Con confianza filial se arroja en manos de la Providencia misericordiosa del Se– ñor y espera en sus promesas. Señor, olvidaos de mis ignorancias y malicias, quiero reparar las injurias a la divicna Majestad, restituir la glo– ria robada, satisfacer por los pecados cometidos, dar gra– cias infinitas a vuestra misericordia por no haberme con– denado. ARTÍCULO 9.° En{ermedades. Pertenece a los m{~clicos clasificar las enfermedades de orden corporal y mental. De cualquier tipo que sean la ex– periencia y la Historia nos cnsefian que son muchísimas. Unas serán breves, otras largas, 1m,as leves, otras morta– les, sanables o incurables; unas muy dolorosas, otras me– nos. De cualquier manera, todo enfermo sufre física o mo– ralmente. A veces las consecuencias de las enfermedades son temibles; porque reducen a la inacción y a la impo– tencia. En algunos casos :rw sólo sufren los pacienles, sino también los que les rodean. Es necesaria la resignación para uno-; y para otros. Sin paciencia no se soportan las t'nfcrmedadcs ni tampoco a los enfermos. La resignación no impide la oració:n al Señor, en cuyas manos está la vida y la muerte. Podemos rogar que pase ese cáliz amargo, pero que se haga su voluntad antes que la nuestra. Hasta se puede implorar el milagro, si Dios lo quiere y nos conviene. Jesús puede dedr: Levántate y ca-

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