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LA DI\'INA PROYIDENCJ.\ 185 mientos providenciales de extirpar ese tumor maligno con los duros golpes de la humillación, de la contrariedad, de las cruces pesadas, de las heridas dolorosas ... Dios es buen cirujano. Muchas veces Dios ve las cosas muy diversamen.te de nosotros, tanto en los fines como en los medios. Los hombres que no se han totalmente desprendido dt>l mundo y de los modos de ver del mundo; atienden mucho a la estima de las personas, al afecto de los amigos y pa– rientes, a las consolaciones ele la piedad, al fervor sensible, a muchas cosas que, aunque :no sean malas, son muy hu– manas. Gustan poco de las enfermedades, de las pruebas, de las contrariedades, de las purificaciones de los sentidos y del espíritu... Dios no quiere que tengamos el paraíso en la tierra; es necesario merecerlo con las cruces. Las pruebas son los medios más eficaces para adquirir méritos. ¿Cómo podre– mos demostrar mejor al Maestro que le amamos sino si– guiendo su doctrina y sus ejemplos? Sucede que Dios comunica a veces luces especiales que penetran <m el profundo del alma para que se conozca a si misma y se humille. Por una parte, ve sus pecados, sus malicias, sus malas inclinaciones, sus perversas tendencias, cuánto mal ha hecho y podría hacer si Dios la dejara de su mano. ¡ Es como una sentina de nequicia! Por otra parte, conoce la grandeza de Dios, su infinita santidad y pureza, su rectitud y su justicia. ¡Cuá:nfas ve– ces podía haberla precipitado en el infierno, después de sus pecados! Sólo por su misericordia no lo ha hecho. Un saludable temor penetra 1 en el alma que le sirve, para pro– ceder con más cautela, con más gratitud al Señor. Dios es el Divino Maestro que providencialmente la ha preservado, que la purifica, que la despega de las cosas efímeras de la vida. El alma dotada de estas luces pen:etrantes se lmmilln

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