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184 P. PÍO M.ª DE MONDREGANES, O, F. M. CAP. sus juicios e inescrutables sus caminos"! (3). Dios conoce los fines y los medios. A veces éstos parecen desproporeio– n ados a los fines. Dios aniquila para engrandecer. De las cenizas y del polvo construye hermosos edificios. Recordad las historias de Abraham, de Moisés, de José, de Judit, del mismo Jesús Redentor, que después del triunfo del día de Ramo·s cae en la agonía, en la flagelación, en la muerte de cruz. De la cruz al sepulcro y del sepulcro a la gloria de la Resurrección. Los Apóstoles, de humildf.'s pescadores a pregoneros del Evangelio. ¡ Tantos santos, perseguidos, maltratados, con– denados y despn'Ciados suben a los honores de los altares! Escribe San Pablo a los corintios: "¿ Dónde está el sa– bio? ¿Dónde el letrado? ¿Dónde el disputador de las cosas de este mundo? ¿No ha hecho Dios necedad la sabiduría de este mundo? Pues por no haber conocido el mundo a Dios, en la sabiduría de Dios por la humana sabiduría, plu– go a Dios salvar a los crl:'yentes por la locura de la pre– dicación" (4). El hombre, después del pecado de origen y de !os pe– cados personales, se asemeja a un enfermo que tiene un miembro canceroso. El médico ve que no puede salvarse si no se hace una amputación. Es necesario proceder, aun– que sea contra su voluntad, a cortar un brazo o una pierna para no morir... Dios, que es el mejor cirujano del alma, ve que estamos enfermos de peligro, que el tumor maligno crece, se pro– paga, poco a poco acabará con el organismo. Es necesaria la intervención divina. El hombre grita, se rebela, la prue– ba es fuerte. Ahora Dios, por amor al hombre que no co– noce su mal o que no se atreve a remediar... , ordl:'na a las causas segundas, a los agentes humanos y a los aconteci- (3) Rom., XI, 33. (4) I Cor., I, 20-21.

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