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ARTÍCULO 8.~ Humillaciones. Dios permite a veces humillaciones profundas que pro– ceden de nuestro prójimo o de nosotros mismos. Las cau– sas y ocasiones pueden ser diversas: a) Las calumnias de los enemigos, que inventan o exa– genm pecados o defectos que no existen. b) Las murmuraciones que propalan malignamente los defectos reales, cuyo conocimiento no era necesario a nin– guno. e) Desprecios de los superiores o de otras personas que por ambiciones o envidias quieren postergar a los émulos. el) Olvidos de amistades, de bienhechores, de parien– tes, de personas egoístas que rompen con una santa amis– tad, con una relación honesta, con las reglas de una urba– nidad correcta. e) Incomprensiones de superiores, amigos, colegas, compañeros, parientes, que sotn, como espinas que punzan y abren heridas en los corazones nobles y delicados. f) Nuestras culpas que nos aye•.rgüenzan y nos abalen por yernos tan pecadores o imperfectos. Nuestras mismas caídas humillan profundamente nuestro orgullo y nos de– muestran nuestra impoter~cia para el bien. De estas y otras causas pueden proceder las humillacio– nes, que con frecuencia nos abaten y desaniman en la vía de la santidad. Procedan de causas conocidas o desconocidas, propias o extrañas, lo que importa es saber soportar las humilla– ciones y las adversidades aprovechándolas para nuestra san– tificació:n. Dke el Apóstol a los romanos: "¡ Cuún insondables son

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