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LA Il!VlNA PHOVIDE;-;'CL\ 181 les, a conventos de populosas ciudades o conventos 1~tira– dos; a predicaciones de importancia o a evangelizar a los pobres y miserables, debe uno estar siempre dispuesto a cumplir con las disposiciones de la autoridad. Si trasladan a un convento poco agradable, a vivir con supe1iores o re– ligiosos poco simpáticos, de mal carácter; a oficios des– agradables, ohscuros y de poca importancia, es !necesaria la indiferencia y el santo abandono en manos de la Pro– videncia, que va disponiendo todas las cosas para el bien de los elegidos. Lo que a uno le pare<'c un mal inmediato, pasando el tiempo, verá que ha sido un beneficio del Señor, que él no conoda ni sabía apreciar. ¡ Oh cuán sabios y ocultos son tus caminos, Señor! ARTÍCULO 7.º Fracasos. Los hombres emprenden muchas obras de bien por amnr y para gloria de Dios. Tienen a veces planos excelentes, empresas gigantescas, pero, cuando parecía que todo mar– chaba prósperamente, por dificultades o por malicia, fraca– san, y todos esos castillos se derrumba!n. Entonces viene el desaliento, las quejas, quizá a veces las murmuraciones, los celos, las envidias, al ver que otros triunfan y salen ade– lante, y estos proyectos caen por tierra. Antes de nada es ne<:esario estar ciertos de si esas empresas son inspiradas por Dios o por el amor propio. Dios quiere que se le ame y que se trabaje para su gloria; pero no siempre quiere la gloria de la criatura. Antes de todo, buscar la gloria de Dios con intención pura, no a sí mismos con pretextos de hacer el bien.
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