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17tl ARTÍCl'LO 4.º Pei-seg11idos u triunfadores. En este mundo existen hombres perseguidos, mallra– lados, despreciados y desamparados. Otros triunfadores, glo1iosos, alabados y honrados por todos. Los dolores y las alegrías se mezclan entre los hom– bres. Unos sufren, otros lloran, otros se divierten. No rara vez los que parecen buenos y honestos sufren más que los que en apariencia obran mal. La contrariedad aflige a los buenos y la prosperidad alegra a los malos. Confesamos que aquí también existe el misterio del mal. ;\;o podemos dar una explicación adecuada y satisfactoria. Algunas razones pueden persuadir, más o menos, pero a juicio de los hombres no convencen. l. El bienestar de los malos no es siempre real y com– pleto, como aparece a primera vista. Muchas veces su pros– peridad no es más que aparente. No bastan las riquezas, las comodidades, los honores, la salud para hacer felices a los hombres. Ademús, es muy raro que coincidan todas estas cosas en una sola perso– na. Suele decirse que no es todo oro lo que reluce. 2. Los que se juzgam, buenos externamente no siem– pre lo son internamente. Pueden tener tantas responsabi– lidades internas que sólo el Juez divino las conoce. El Se– ñor usa ele misericordia con ellos para que se purifiquen y expíen en este mundo. Aunque carezcan de culpas para expiar, quizá Dios quie– ra enriquecerles con premios eternos, elevando su santifi– cación y su gloria sempiterna. 3. La prosperidad de los malos puede ser un premio temporal por el bien que hayan obrado. Dios sólo sabe si

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