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LA DI\'lN.\ PROVIDENCIA 175 ciendo: "¿Por qué este ungüento no se vendió ,en trescientos denarios y se dio a los pobres'?". Esto decía, no por amor a los pobres, sino porque ,era ladrón y, tleva:n<lo él la bol– sa, hurtaba de lo que en ella echaban. Pero Jesús le dijo: "Déjala, lo tenia guardado para el día de mi sepultura. Porque pobl'es siempl'e los t,enéis con vosotros, pero a l\Ií no me tenéis siempre" (1). Siempre hubo y siempre habrá pobres en este mundo. De este modo los ricos podrán ejercitar la caridad dando, y los pobres la paciencia, pidiendo y recibiendo. 2. Las desigualdades sociales muchas veces proceden del talento, del trabajo, de la diligencia y de ,las virtudes de las personas. No todos los hombres tienen los mismos talentos ni trabajan con la misma solicitud. Recordemos la parábola de los talentos. Unos reciben cinco, otros dos, otros uno. Cada uno debe negociar según los talentos que de Dios ha recibido. Aunque tenga uno sólo, no lo debe enterrar. Al que se Je da mucho se le exi– girá mucho; al que poco, poco. Todos somos operarios en la viña del Señor; pero no todos pueden trabajar lo mismo; ni son igualmente dili– gentes. No puede ser tampoco igual la recompensa. Unos gastan más, otros se contentan con menos; luego la igual– dad no se puede conservar. Aunque las desigualdades sociales sean prácticamente necesarias y no puedan ser todos ricos, sin embargo, por esto no está prohibido que cada uno tienda a mejorar su situación, económica y social, usando honestamente de sus cualidades físicas y morales. (l) Jn., XII, 5, 8.

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