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174 P. l'ÍO M.' DE MONDIIEGANES, O. F. !11. CAP. materialismo, si:no la igualdad ele todos los hombres. Estas teorías son fantásticas e irreales. No consideran a los hom– bres corno son. Viven fuera de la historia real de la hu– manidad. Las desigualdades sociales y las diversas categorías exis– tentes, no sólo no se oponen a la Divina Providencia, sino que se requieren para que los hombres puedan vivir en so– ciedad. El cuerpo del hombre se compone de muchos miembros distintos con funciones muy diversas y todas necesarias para la conservación del individuo y de la especie. Las so– ciedades son como personas morales que necesitan diver– sas categorías de personas y oficios para que todos poda– mos vivir y ayudarnos los unos a los otros. Son necesarios médicos, albañiles, arquitectos, profesores, sastres, cocine– ros, abogados... Hay unos que abundan en los bienes materiales y otros que no tienen lo necesario para comer. El pobre hambrien– to, que tiene hijos que le piden pan y ve pasar delante de su tugurio lujosos autos, flamantes vestidos, gente opulen– ta, y quizá ociosa, que se divierte, rechina con sus dientes o quizá blasfema... Es cierto que se dan abusos en el mundo y que las ri– quezas no están siempre bien distribuidas; las injusticias humanas y sociales so:n una triste realidad. Pero las desigualdades sociales, ,las diversas categorías se han dado y se darán siempre, a pesar de todos los sis– temas comunistas y utópicos. Sin pretender tratar aquí de las cuestiones sociales, que están fuera de nuestro plan, queremos dar algunas razo– nes por las cuales se prueba que las diferencias son in– evitables. l. Cuando Maria Magdalena tomó una libra de ungüen– to de nardo legitimo de gran valor y ungió los pies de Jesús y los enjugó con su cabellos, Judas Iscariote murmuró di-
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