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como fin ni como medio. No puede querer el pecado, que va contra sí mismo. Antes al contrario, lo aborn>ee, lo pro– hibe y lo castiga. Los males de culpa se explican sólo por la acción libre del hombre. La libertad humana, en si mis– ma cnnsiderada, es un bien concedido por Dios al hombre; pero éste puede abusar de ella. Dios concurre a la acdón física cc,n la cual se ejecuta el pecado, verbigracia, al homicidio, pero no fLl desorden moral de la voluntad libre. gscribe el salmista: "Pues no eres Dfos tú que se agrade del impío, no goza de tu amis– tad el perverso. No puede el insolente estar ante tus ojos, odias a todos los obradores de la maldad" (1). Igualmente son aborrecidos de Dios el impio y la impiedad. "Asi serán castigados la obra y el que la hace" (2). Luego los males morales nunca pueden ser del agrado divino. II. Males físicos. Por males fisicos entendemos los que no envuelven culpa moral. Son privaciones en las criaturas de algún bien que no es contra la santidad de Dios, verbi– ¡raeia, la ceguera en eJ hombre, la muerte de seres queri– dos, etc. Dios no quiere los males físicos directame.nte, porque el mal, como tal, es siempre aborrecido. Dice la Sabiduría: "Dios no hizo la muerte, ni se goza en la pérdida de los vivientes" (3). Dios quiere los males físicos sólo indirec– tamente, o sea, como medio dirigido a un mayor bien. Dios quiere la amputación de una mano cuando es necesaria para la conservación de todo el cuerpo; la condenación a muerte de un delincuente público y peligroso para el bien común de la sociedad. Por esto dice el Eclesiástico; "Los bienes y los males, la vida y la muerte, la pobreza y la riqueza vienen del Señor" (4) . (1) Sal., V, 6-6. (2) Sal., XIV, 9-10. (3) Sub., I, 13. (4) Eclo., XI, 14.

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