BCCCAP00000000000000000000626

1:32 1'. PÍO M,• DE MONDHEHANES, O, F. M, CAP. al hombre como hombre. El hombre goza del propio al– bedrío, tiene una voluntad libre que puede decir que no y que sí. Puede obrar conforme a la voluntad divina o recha– zarla. Dios respeta la libertad que Él mismo puso en el hom– bre. No se deben considerar la voluntad divi:rn1 y la humana como dos fuerzas enemigas, sino como dos fuerzas o cau– sas coordinadas, de tal modo que la fuerza superior res– peta la naturaleza libre de la inferior por Él mismo creada. La libertad humana es condición indispensable para la moralidad de los actos. No pueden existir actos morahnen– te buenos o malos sin libertad. Para cumplir actos meri– torios es necesario que sean realizados libremente y ayu– dados de la gracia de Dios. Sin gracia y sin libertad no puede haber mérito. Hay muchas cosas que Dios dejó a nuestra libre dis– posición y que se pueden conseguir con la oración y el sa– crificio. Las súplicas no impiden la Divina Providencia, sino más bien la confinnan. Dios mismo nos enseñ6 a orar: "Padre nuestro, que estás en los cielos" (6). "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque quien pide recibe, quien busca halla y a quien llama se le abrirá (i). "Tú, cuando ores, entra en tu cámara y, cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en lo secreto, y tu Pa– dre, que ve en lo escondido, te recompensará. Y orando no seáis habladores como los gentiles, que piensnn ser es– cuchados por su mucho hablar. No os asemejéis, pues, a ellos; porque vuestro Padre conoce las cosas de que tenéis necesidad antes que se las pidáis" (8). Cómo se armonizan estas dos voluntades divina y hu– mana para obrar. Cómo Dios, moviendo ~- concurriendo (íl) Mal., VI, 9. (7) Mat., VII, 7. (8) Mat., VI, 6-8.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz