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LA DIVINA PROVInENCL\ 151 Apóstoles: "No tengáii'I miedo a los que matan al cuerpo, que al alma no pueden matarla; temed más bien a Aquel que puede perder el alma y el cuerpo en la gehenna" (4). llccordemos la parúhola del pobre Lázaro y del rico epulón; el sermón de .Jesús sobre las Bienaventuranzas. San Pablo nos dice que "no tenemos aquí ciudad permanente, antes buscamos la futura" (5). El alma naturalmente tiende a la felicidad. Este deseo será saciado en la posl'sión futura y st•gura de su último fin, Dios, Yerdad y Bondad inrinilas. De este valle de lá– grima~ tenemos la firmc esperanza de pasar al gozo sem– piterno y así estaremos eternamcnt{' con Dios. ARTICULO 3." Ubre albedrin. Si Dios, en su sabiduría, ha ordenado ya todas las co– sas desde la eternidad, así sucederán. Será inútil que nos– otros nos opongamos. Si Dios ha prC'dispu!.'sto que yo sea pobre, que esté enfermo, etc., así sucederá, aunque yo tra– baje o los mrdicos me curen. Este modo de pensar da oca– sión a un indiferentismo o quietismo falso. La acción pro– videncial de Dios en la humanidad no quita la libertad hu– mana. Dios, que nos creó sin nosotros, no nos santifica sin nosotros. Ayúdafr, que Dios te ayudarú. Las acciones hu– manas son efectos de dos voluntades: la voluntad divina como causa primera, y la voluntad hllmana como causa segunda. La Divina Providencia abraza a todos y a cada uno de los ser-es cn~ados, y concurre a las acciones de todos. Gobierna la piedra como piedra, la planta como planta y (4) Mat., 10, 28. (5) llebr., XIII, H.

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