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LA DIVINA PROVIDENCIA 145 conviertan. Los santos y las almas del purgatorio ruegan también por nosotros. Las tres Iglesias forman la Gran Familia de los Redimidos por Cristo y el bien de un miem– bro concurre al bien de todos. Jesús mismo comparó la Iglesia a una Gran Familia, a un Gran Reino. Frutos de la comu11ió11 de los Santos. 1) La comunica– ción entre la cabeza y los miembros. Incorporados a Cris– to por el bautismo, nos hacemos partícipes de sus grande– zas y riquezas. Nos hacemos hijos de Dios con el derecho a los bienes y privilegios que competen a la adopción so– brenatural. Los méritos de Jesús se comunican a nos– otros, porque mereció por nosotros. 2) Nuestros sufrimientos, oraciones, obras buenas re– ciben un valor sobr,enatural y divino por participación. 3) La comunicación de los bienes entre los miembros de las tres Iglesias. a) La Iglesia milito11te da a la Iglesia triunfante ho– nor, cu1to, vcn,eración, y recibe protección, intercesión, ayu– da y consolación. b) La Iglesia militante da a la Iglesia purgante sufra– gios y recibe también protección. En la Iglesia hay un tesoro común constituido por los méritos de Jesús, de Maria, Madre de Diof. y Madre nues– tra; de los santos y de los justos del cielo y de la tierra. De ese tesoro común podemos recibir la parte satisfacto– ria e impetratoria. La salvación de muchos puede depender de las oraciones y mortificaciones de otros miembros. En esta verdad se funda el apostolado de la oración, del sacrificio, de la acción. Para gozar de estos beneficios es necesario estar unidos a la Cabeza del Cuerpo Místico por la fe y ser miembros vivos por la gracia santificante. Los creyentes que están en pecado mortal están unidos a Cristo sólo por la fe. Pue– den recibir ayuda o socorro para la conversión y unirse 10

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