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LA DIVINA PROVIDENCIA l19 ------------------------ Unas veces como Padre suyo: "Es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo" (20). Otras como nuestro Pa– dre: "Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos" (21). "Así habéis de orar vosotros: Padre nuestro, que estás en los cielos, santifi– cado sea tu nombre" (22). Hablando del abandono en las manos de la Providencia dice: "Mirad cómo las aves del cielo no siembran, tni siegan, ni encierran en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta" (23). En el modo de expresarse Jesús distingue bien la paternidad natural de Dios Padre para con el Hijo Unigénito, igual a Él y al Es– píritu Santo, de la paternidad adoptiva de to<los los hijos redimidos y santificados por la gracia. Esta es una verdad muy consoladora; porque podemos dirigirnos a Dios omn,ipotente como a un tierno Padre, que cuida amorosamente del bien de todos sus hijos. ¡ Oh Dios, Padre Eterno! Yo soy tu hijo arrepentido, me pesa de haberte ofendido; clemente y benigno, recíbcmc en la casa paterna como a un hijo pródigo. Los padres de la tierra muchas veces conducen a sus hijitos y los llevan en brazos para que no se extravíen o cansen; así también, Padre mío celestial, condúceme a mí por la mano, para que no me pierda en los caminos de la vida, y, cuando esté en peligro o me canse, tómame en tus paternales brazos para que nunca me separe de Ti. ¡ Qué dulce vida descansar seguros en los brazos del amantisimo Padre Celestial! Adoremos y bendigamos tan– ta Providencia. (20) Jn., VI, 32. (21) Mat., V, 45. (22) Mat., VI, 9. (23) Mat., VI, 2G.
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