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LA DIVINA PROVIDENCIA 117 de Dios a aquellos que creen en su nombre, que no de la sangre ni de la voluntad car:nal, ni de la voluntad de va– rón, sino de Dios son nacidos" (13). Así que en el orden sobrenatural podemos orar como nos enseñó Jesús, diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos. Efectos de la adopción divina. La divina adopción, cau– sa en nosotros admirables efectos en la vida sobrenatural. Basta recordar los siguientes para tener una profunda es– tima de la gracia. 1) La divina adopción nos hace pal'licipantes de la naturaleza divina. Dice San Pedro: "Por el divino poder nos han sido otorgadas todas las cosas que tocan a la vida y a la piedad, mediante el conocimiento del que no-s llamó por su propia gloria y virtud, y nos hizo merced de pre– ciosas y ricas promesas para hacemos así partícipes de la divina naturaleza" ( 14). Esta participación evidentemente no puede ser zrnivoca, sino analógica, espiritual y sobre– natural, en cuanto la grada santificante es participación de Dios, per quandam similitudinem. 2) Nos hace hijos de Dios, como ya hemos dcdarado. Y añade San .Juan: "Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijns de Dios y lo seamos. Por esto el mundo no nos conoce, p-0rque no le conoce a Él. Carisimos, ahora somos hijos de Dios, aunque aún no se ha manif{'stado lo que hemos de ser. Sabemos que cuando aparezca, seremos semejantes a Él, porque le ve– remos tal cual Ps" (15). 3) Nos hace Hermanos en Cristo. "Sabemos que Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le (13) Jn., I, 9-t3. (14) 11 Pedr., I, 3-4. (16) l In., III, 1-2.

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