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10_4____ P. PÍO M.ª DE MONDREGANES, O. F. J,I, CAP.________ tás en los cielos" (58). Para conquistar nuestra confianza no se cansa de repetir en las Sagradas Letras este con– cepto de padre, lleno de bondad y de misericordia. Ningún padre existe como nuestro Padre celestial. Aún más: se compara a una madre por la ternura de su amor y el afecto de su misericC>rdia. "Sión decía: Yavé me ha aban– donado, el Señor se ha olvidado ele mí. ¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Y, aunque ella se olvidara, yo no te ol– vidaría. Mira, te tengo grabada en mis manos, tus muros están siempre delante de mí" (59). DiC>s Todopoderoso impedirá nuestra ruina, socorrerá nuestros males, enjugará nuestras lágrimas, nos consola– rá. No dudemos que es nuestro Padre que nos creó porque nos amó. Nos redimió porque se cC>mpadeció. N,u-e,stro Redentor. Jesús es nuestro amigo, nuestro mé– dico y nuestro Redentor, que nos libra del pecado y de la muerte. Vi:no a este mundo por nosotros, por nuestra salud; "para salvarnos, para que tengamos vida y la ten– gamos en abundancia" (60). Su Encarnación, su vida de humillación, sus trabajos, sus fatigas, sus dolores, su muer– te nos indican que nos amaba desde la eternidad y que nos ha comprado a caro precio (61). Pensad que el Redentor pasó toda su vida en los do– lores para librarnos de las penas sempiternas; que se que– dó en nuestros altares y ruega siempre por nosotros y se sacrifica mil veces al día para darnos su vida eterna. (58) Mat., VI, 9. (59) Is., 49, 14-16. (60) Jn., X, 10. (61) I Cor., VI, 20.

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