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l~<\. DIVINA PROVIDE:-rCJA 103 lro Padre celestial que de todo eso tenéis necesidad. Bus– cad, pues, primero el reino y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. No os inquietéis, pues, por mañana; porque el día de mañana ya tendrá sus propias inquietu– des; bústale a cada día su aUun," ( 5i). Nuestro Padre ce• lestial nos promete lo más, que es la gracia y la gloria, así que no nos negará lo menos, que son los bienes de este mundo para conseguir los eternos. Ante todo buscar las verdaderas riquezas que no perecen, que son las virtu– des; las que perecen y no se llevan más allá de la tumba tienen siempre el segundo lugar. Debemos subordinar lo temporal a lo eterno. La Divina Providencia nos ha dado las cosas visibles para levantarnos a las invisibles¡ las tem– porales, para las eternas; los alimentos y vestidos y demás cosas, para servirle y amarle en el tiempo y después del buen uso gozarle en la felicidad eterna. Jesús pasó por este mundo haciendo milagros, sanan– do a los enfermos, multiplicando los panes para la multi– tud hambrienta y haciendo bien a todos. Con ejemplos, obras y palabras nos enseñó los caminos de la Provi– dencia. Recordemos el sermón de la mo:n.taña, cómo llama bien– aventurados a los pobres de espíritu, a los mansos de co– razón, a los que lloran, a los que tienen hambre y sed de justicia, a los misericordiosos, a los limpios de corazón, a los pacíficos y a los que padecen persecución por la jus– ticia. Alegrémonos y regocijémonos porque grande será en rl cielo nuestra recompensa. s IU. Dios, Padre y Rendentor. Jesús recomienda orar al Padre, que conoce todas las cosas de que tenemos necesidad: "Padre nuestro que es- (57) Mat., VI, 25-34.

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