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102 P. PÍO J\f.ª DE MONDREGANES, O. P. M. CAP. los acontecimientos de la infanda del Salvador se van no– tando los prodigios de una asistrncia especialísima de la Providencia divina. § II. Maest,·o que enseña. El hombre es un viajero hacia la eternidad, debe vivir con los ojos en el cielo y usar de los bienes temporales en cuanto son necesarios para llegar a la patria celestial. Je– sús recomienda que no tengamos excesiva solicitud de las cosas temporales. "No alleguéis tesoros en la tierra, don– de la polilla y rl orín los corroe, y donde los ladrones ho– radan y roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín los corroe, y donde los ladrones no hora• dan ni roban. Donde está tu tesoro, allí está tu cora– zón" (56). El Maestro recomienda el abandono en manos de la Providencia. "Por esto os digo: No os inquietéis por vues– tra vida sobre qué comeréis, ni por vuestro cuerpo sobre con qué os vestiréis. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que d vestido? 'l\Iirad cómo las aves del cielo no siembran, ni siegan, ni encierran en sus graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mús que ellas? ¿Quién de vosotros, con sus preocupacio– nes, puedr añadir a su estatura un solo codo? Y del ves– tido, ¿ por qué pn'ocuparos? Mirad los lirios del campo cómo crecen; no se fatigan ni hilan. Yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se nrroj a al fuego, Dios así la viste, ¡, no hará más con vos• otros, hombres de poca fe? No os preocupéis, pues, dicien– do: ¡, Qu6 comeremos, qué beberemos o qué vestiremos? Los gentiles se afanan por todo eso; pero bien sabe vues- (56) Mat., VI, 19-22.

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