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LA DIVINA PROVIDF..NCIA 101 a su Esposa y quedando completamente tranquilo, adoran– do los juicios de Dios. Considera cómo San José se deja guiar por los destinos de la Providencia. César Augusto dio un edicto para que se empadronase todo el mundo. José y María fueron a Belén, por ser de la familia de David. Estando allí se cumplieron los días de María y dio a luz al Redentor del mundo, realizándose lo que había sido anunciado por los Profetas. Vinieron los magos de Oriente para adorar a Jesús y ofre– cerle dones. Luego, avisados por el ángel, en sueños, de no volver a Herodes, se tornaron a su tierra por otro ca– mino. Herodes quería quitar la vida al Niño y ordenó la matanza de los inocentes. El ángel se apareció de nuevo a José y le dijo que huyese a Egipto con la Madre y el Hijo. Estuvieron allí hasta que el ángel del Señor se apa– reció de nuevo en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma el Niño y la Madre y vete a tierras de Israel, porque mu– rieron los que atentaban contra la vida del Niño". Re– gresaron a Nazaret, cumpliéndose lo dicho por los Profe– tas que sería llamado nazareno. Cuando era ya de doce años fue con sus padres a Je– rusalén en la fiesta de la Pascua. Acabados los días, el Niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo eehasen de ver, pensando que estaba en la caravana. An– duvieron de camino un día. Buscáronle entre parientes y · conocidos, y, al no hallarle, se volvieron a Jerusalén en busca suya. Al cabo de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, oyéndoles y preguntún– doles. Cuando los padres le vieron se maravillaron, y le dijo su madre: "Hijo, ¿por qué nos has hecho asi? Mira que tu padre y yo, apenados, andábamos buscúndote". Y les dijo: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais qui.' conviene que me ocupe en las cosas de mi Padre?" (66) Luc., II, 43-47.
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