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t.A 'IHVINA PROVIDENCIA 99 -------~-~--- --- ----- diciéndole: "¿ Qué significan esas palabras que has profe– rido?". Y él, puesto en medio de ellos, dijo: "¿Tan insen,– satos sois, hijos de Israel, que sin inquirir y poner en claro la verdad condenáis a esa hija de Israel? Volved al tribu– nal, porque éstos han testificado fa l s amente contra ella" (51 bis). Todo el pueblo a gran prisa se volvió. Daniel hizo ver la calumnia que levantaron para def{•n,derse a sí mismos. Y toda la asamblea levantó la voz bendiciendo a Dios, que salva a los que en Él esperan (G2). Y les hicie– ron como ellos mismos habían maquinado contra la casta Susana. En toda la historia de Susa:na se ve cómo la Divina Pro– videncia salva a los inocentes y condena a los perversos. Los libros del Antiguo Testamento nos dan sublimes lecciones de las intervenciones providenciales de Dios. San Pablo elogia también la fe y el valor de los Pa– triarcas en su epístola a los hebreos. Los Patriarcas, los Profetas y lo-s justos del Antiguo Testamento iban guiados por la fe en la Divi·na Providencia. Dios l(•s había hecho muchas promesas y, en la esperanza de que las cumpli– ría fielmente, encontraban la fuerza propulsora de su vida para observar la ley y agradar a Dios en todas las cosas. "Teniendo, pues, nosotros tal nube de testigos, que nos envuelve, arrojemos todo el peso del pecado que nos ase– dia, y por la paciencia corramos al combate que se nos ofrece, puestos los ojos en el autor y cmi-sumador de la fe, Jesús, el cual, en v<~z del gozo que se le ofreeía, so– portó la cruz, sin hacer caso de la ignominia, y está sen– tado a la diestra del trono de Dios" (5B). Nos espera para entregarnos la palma de la victoria. (51 bis) Dan., XIII, 41-48. (52) Dan., XIII, 59. (~3) Ilebr., XII, 1-2.

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