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trabajar en la forma que podamos en pro de su ex– tt·nsión por toda la tierra. No bastan los operarios evangt"licos, son necesarios también cooperadores y cola– lmraclores en el apostolado. 102. Historia de la cooperación,.-La coopera– ción misional se encuentra en todas las épocas del apos– tolado. En los tiempos apostólicos tenemos muchos fie– les que cooperaban con los Apóstoles a la difusión del Evangelio. San Pablo tenía varios cooperadores en di– versas ciudades y llevó a la Iglesia de Jerusalén las ofer– tas o colectas de las comunidades cristianas de Asia l\'Ienor y de Grecia. Al final de la Epístola a los Roma– nos saluda y rccorniemla en particular a los que le habían ayudado y cooperado con Pi en la predicación del Evangelio''. Por la 1Jidajé sabemos que los cristianos daban hospitalidad y alimento a los m1s10m-rus carismáticos v peregrinantes. En la alta Edad Media son representantes de la cooperación misionera las célebres mujeres Amalasunta, Clodovincla, Tcodolinda, Ingunde, Clotilde, Berta y otras. J\íús tarde, las Ordenes Redentoras, las Memli– cantes, la Cúrnara Apostólica, los Príncipes y Reyes ayu– daban a los misioneros y legaciones pontificias. En la {>poca dd Patronato, España y Portugal se cuidaban de enviar misioneros y d(• prestar toda la ayuda y medios materiales necesarios. Felipe lI decía que estaba dis- ' Rom., XVI. 1-23. 73

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