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laxista y heterodoxo qur· dicen que todas las religion<'s son buenas; que no es necesario entrar en la Iglr·sia; que no es 1wcf'saria la fe sobrenatural ni la gracia. 2o. Hay otras corrientes ele tipo contrario, rigorista y jan– senista, que afirman que l )ios ha establ(·cido con \'olu11- tad antecedente los medios gcnnal<'s para la justifica– ción, mas no los espcciah·s innwcliatanwntc aplicables a todos y cada uno de los hombres, haciendo ele r•:;tc modo el(' los infieles corno una m¿¡ssa darnnatorum, ma– sa df' condenados. Estas opiniones r·xtrclllas y contra– nas no se pueden admitir. Entre f'Stas soluciones lwtf.Tndoxas hay otras m{,s o menos probables: unos acuden a la fe latP dicta: otros, a una orientación hacia Dios; otros, a la dasificaciún entre hombres malos y buenos. Aquellos que no obser– van la ley natural, se condenarán: éstos se pueden sub– dividir en simplemente buenos, que obse1Yan la lPy na– tural; y otros mejores, que por medio ele la razón S(' orientan hacia Dios. Algunos dicen qrn' los infieles se pueden considerar como niños psicológir,a y moralmen– te. Algunos admiten la iluminación especial al despun– tar la razón o en el ocaso de la vida. No faltan algu– nos que quieren modificar el dogma del infierno según la tradición, diciendo que aun los condenados privados de la visión sobrenatural ele Dios, tendrán el gusto ele VlVlr. Una opinión muy difusa entre los escolásticos es que Dios mismo, inmediatamente o por un medio ex– traordinario, procurará que adquieran la fe necesaria 46

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