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regiones occidentales de Africa y las Islas Canarias. En 13H, el Papa Clemente VI concedió la soberanía de las Islas al príncipe español Luis de la Cerda para que in– trodujera el cristianismo y fundara monasterios. Urba– no V, en 1369, encargó a los obispos de Barcelona y de Tortosa enviar sacerdotes y religiosos a predicar el Evan– gelio, y en 1404 se nombraba obispo de Rubicón, en la isla Lanzarote, al franciscano Alfonso de Barramcda. En este segundo período el cristianismo era ya co– nocido en casi todos los países del mundo. Los misio– neros usaban diferentes métodos de apostolado, según que se trataba de convertir herejes, disidentes, musulma– nes o paganos. La acción diplomática y misionera dP Roma se extendió a todas las naciones y a toda dasf' ele personas. 11 !1

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