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DÍA II.-(<DIES COGNITIONISll r7 rir ciencia, honores, dignidades... Pensemos, al menos por algún tiempo, en el negocio más im– portante de todos, que es la salvación del alma. Se trabaja con mayor o menor celo por salvar las almas de nuestros prójimos; trabajemos en primer término por salvar la nu·2stra. Si se nos hubiera preguntado al entrar en la religión: ¿Pa– ra qué te haces religioso? ¿Para qué abrazas una vida tan austera y te privas de las comodidades? Seguramente que hubiéramos respondido: Es que quiero asegurar la salvación de mi alma; quiero servir a Dios con fidelidad, hacerme santo para alabar a Dios y conquistar la vida eterna. Esta, explícita e implícitamente, fué la causa que nos movió a ser religiosos. Reflexionemos ahora con más conocimiento sobre esta verdad, cuya vir– tud y eficacia nos moverá, ciertamente, a seguir el camino emprendido. Co:isideremos detenidamente: I. E:rcelencia y i-alor ele nuestra alma. II. La salración es un neqocio necesario, único y personal. III. Descuido ele este negocio importantísimo. I. EXCELENCIA Y VALOR DEL ALMA 5. Para apreciar una cosa es necesario cono-– cer su excelencia. Cuanto más se conozca su va· lor. más se apreciará; cu'.lnto más sP estime. más se trabajará por conseguirla. La voluntad se mue– ve según el valor de los objetos conocidos y ase– quibles. Trabajaremos por conseguir un negocio a medida que conozcamos su importancia y su asequibilidad. Aplicando este principio psicoló– gico a la salvación del alma. tanto la estima– remos cuanto conozcamos su excelencia, y tanto más trabajaremos por su salvación cuanto com– prendamos las consecuencias futuras que se si– guen. Aunque no es posible valuar las cosas es– pirituales y etPrnas, sin embargo, indirectamente,
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