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DÍA II.-«DIES COGNITIONIS)) '.}5 plicar con más claridad y viveza su celestial doc-· trina, con frecuencia solía proponer algunas pa– rábolas. En cierta ocasión, dirigiéndose a las tur– bas que le seguían, les propuso la siguiente: «Se– mejante es el reino de los cielos a cierto rey que. queriendo celebrar solemnemente las bodas de su hijo, envió a sus criados a llamar a los convida– dos a las bodas, pero ellos no quisieron acudir. De nuevo envió otros siervos con el mismo en– cargo: Decid a los invitados que se ha preparado el banquete, se han matado ya los toros y anima– les necesarios, y que todo está pronto. Mas los convidados no hicieron caso: uno se fué a su granja, otro a su negocio, y los restantes echa– ron mano de los criados, los ultrajaron y les die– ron muerte. Cuando oyó esto el rey, se irritó so– bre manera, y enviando a sus ejércitos acabó con aquellos ingratos homicidas y prendieron fuego c1. la ciudad. Entonces dijo el rey a los siervos: las bodas están preparadas, pero los que han sido invitados no fueron dignos. Id, pues, a la salida o encrucijadas de los caminos y cuantos encon– trare'.s llamadlos a las bodas. Y habiendo salido reunieron a cuantos encontraron, buenos y malos, y se llenaron los puestos de los que habían sido invitados. Luego entró el rey para ver los que rstaban a la mesa, y vió allí ,un hombre que no tenía, vestidura nupcial. Y volviéndose a él, le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestido de boda? Mas él calló sin saber qué contestar. En– toYJ ces dijo el rey a sus ministros: Atadlo de pies y manos y arrojadlo a las tinieblas exteriores. donde habrá continuo llanto y crujir de dientes. Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos» (144). 2. Esta parábola tiene profundas y sublimes enseñanzas, dignas de nuestra consideración. Nos concretamos únicamente a nuestro intento, de– jando otras explicaciones. Fijemos nuestra aten– ción sobre las palabras que dijo el rey al indi– viduo que no estaba con la etiqueta de boda ne- 1144) l\fattlL, XXII, 2 y sigs,