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DÍA II.--<<DIES COGNITIONIS)) 91 revestido de sus. poderes, obrn en su nombre. Los sacerdotes son dispensadores mysteriorum Dei. En la antigua Ley, Dios exigía la santidad de sus sacerdotes para sacrificar las víctimas de ani– males, y es bien conocida la indignación que le causaban los malos sacerdotes: Munus non sus– ciJJiam de manibus vestris (130). ¿Cuánta mayor santidad no se debe exigir de los sacerdotes de la nueva Ley, que ofrecen la Víctima Sant1si– ma? Dios pone en los labios del sacerdote el Ver– bum reconciliationis (131). Para lo cual se requie– re la santidad del ministro, como dice Santo To– más: «Interior perfectio ad hoc requiritur quod aliquis digne actus sacerdotii exerceat» .(132). El sacerdote es forma gregis, el modelo de los fieles, el maestro, el guia en las cosas divinas: Consti– tuitur dux aliis in rebus divinis (133). Debe en– señar desde el púlpito, en el confesonario, con la doctrina y con el ejemplo. Luego concluye Santo Tomás: «Ordines sacri praeexigunt sancti– tatem... unde pondus ordinum imponendum est parietibus jam per sanctitatem dessicatis» _(134). Luego el sacerdote ya se le considere sacra faciens o sacra dans, haciendo o dando cosas sagradas, debe ser santo. Hablando Dios de los Levitas del Antiguo Testamento, dice: Serán santos para su Dios, y no mancillarán su nombre, JJor cuanto ofrecen el incienso del Señor y los panes de s1l Dios ... ¿Con cuánto. mayor razón los que ofre– cen el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo? ... Si el alma de cualquier justo es morada de Dios, mu– cho más los sacerdotes deben ser morada, templos puros e inmaculados del mismo Dios... La santidad interna y externa de nuestra vida aparezca siempre en nuestras obras; en presen– cia de Dios, de los ángeles y de los hombres, para que glorifiquen al Padre celestial que está en los cielos. El sacerdote debe tener la campe- 1130¡ Mal .. I, 10. (131) II Cor., V, 19. 1132) II, IIae, q. 184, art. 6. (133) S. Thorn.: IV D., 24, q. I, art. 3, col. I. (134) II, IIae, q. 189, art. 1 ad 3.