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88 «ALVERNIA)l De la Hostia santa, que adoramos en el santo Sacrificio, nos proviene la paz de la Iglesia, la tranquilidad del mundo, la prosperidad de lo;:; reinos e imperios, el valor de los combatientes, la unión de las familias y amigos, la cura de los enfermos, el consuelo de los afligidos, la asisten– cia a los menesterosos. No hay ofrenda mayor, ni más útil, ni más am– plia, ni más agradable a los divinos ojos; porque la santa Misa honra a Dios, regocija a los án– geles, alegra a los cielos, santifica a los hom– bres, da gozo a los creyentes, unidad a los pue– blos, paz a las sociedades, fe a las naciones, espe– ranza a los espíritus, amor encendido y puro a todos los que la oyen o celebran devotamente ... Además, los sacerdotes administran este pan de vida a los fieles, le llevan al lecho de los moribundos, le exponen a la veneración de los fieles, le conducen triunfante por las calles y plazas, le llevan de una parte a otra. Los sacer– dotes son los familiares de su casa, los adminis– tradores del banquete eucarístico; los domésti– cos del Señor, domestici Dei, cives sanctorum.. ., los que sirven en su casa, en sus altares. a su mesa... Son los escogidos entre millares para hacer la corte de honor. Con mayor motivo que a los cristianos se les puede llamar: Linaje escogido, sacerdocio real, pueblo de adquisición, para que publique las gran– dezas de Aquel que de las tinieblas les llamó a las maravillas de la luz (120). 3. Poder de perdonar los pecados.- Un día presentaron a Jesús un paralítico. Conmovido el Salvador por su dolencia y en premio de su viva fe, le dijo: Homo, remittuntur tíbi peccata tua (121). Hombre, te son perdonados tus peca– dos. Escandalizados los judíos, dijeron: Este hom– bre blasfema. ¿Por ventura tiene alguno potes– tad de perdonar los pecados? Efectivamente, es exclusivo poder de Dios perdonar las ofensas que (120) I Petr., II, 9. (121) Luc., V, 20.

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