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DÍA II.-«nms COGNITIONIS)) 35 El sacerdote católico debe ser luz del mundo y sal de la tierra, como dijo el mismo Salvador. Así como el Verbo divino apareció en el mundo como luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a Él (116); del mismo modo, el sacerdo– te de Cristo debe ser la luz indeficiente que disi– pe las tinieblas de la infelicidad, del error y de la ignorancia religiosa. Lux in tenebris. El Verbo da la vida sobrenatural a los cristia– nos; el sacerdote debe ser como la sal que la conserve incorrupta. El Verbo es la palabra eter– na de Dios; el sacerdocio debe ser el eco tempo– ral, por donde llegue a los oídos de todos los hombres. El sacerdote es el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y llama a las extraviadas, clama y gri– ta para que vuelvan al buen camino; vigila aler– ta a las que corren por el redil, para que no sean presa del lobo infernal; las apacienta en los saludables pastos de la doctrins, evangélica has– ta que las coloca seguras cm los pensiles de la gloria celestial. Por esto leemos en las Sagradas Páginas que los labios del sacerdote custodiarán la ciencia, y de su boca recibirán los fieles la interpretación de la Ley (117), porque es el en– viado del Seüor de los ejércitos, para que sirva de instrumento de salvación hasta en los últimos confines de la tierra. Así como Jesucristo se hizo Sacerdote Eterno para salvarnos a todos, también sus ministros, embajadores y representantes, deben hacer lo po– sible para salvar las almas. Por esto, Dios quiso que los sacerdotes fuesen salvadores del mun– do y columnas que sostienen al universo va– cilante... Por eso es necesario que arda siempre en su pecho el celo por la gloria de Dios y el bien del prójimo; que se abrase en celo por la casa de Dios y por el reinado de Cristo: Zelus domus tuae co- (116¡ Joann., I, 9. (117) Mal., II, 6; Act., XIII, 47.
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