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DÍA II.-«DIES COGNITIONIS» 77 et cur saeculum reliqutsti. Recuérdate con fre– cuencia a qué has venido a la religión y por qué dejaste el mundo. Medita las palabras de S. Ber– nardo, que se decía a sí mismo: Bernarde, Ber– narde, ad quid venisti? ¿No has venido a servir a Dios? ¿No has venido a hacerte hombre espiri– tual, santo religioso? Entonces, ¿qué haces? ¿Por qué no caminas? ¿Por qué has perdido tu fervor primitivo? Ubi est zelus tuus? (103). ¿Dónde está tu celo, tus deseos fervientes, tus esfuerzos valien~ tes para las batallas del Señor? Memento finis! Acuérdate del fin. Acuérdate de caminar a la perfección, de tus reglas, de tus constituciones, de tu profesión religiosa, de todos los compromisos adquiridos para con tu Dios y Señor... Memento finis! Acuérdate de que este fin es el negocio único, necesario, indispensable, frustrado el cual todo se pierde. Considera que es un ne– gocio personal, que no puedes encomendar a otro; tienes que hacerlo por ti mismo. Es un negocio urgente, porque el tiempo pasa rápidamente y tendrás que dar estrecha cuenta a Dios del tiem– po precioso que te ha concedido para negociar en la religión con los talentos y las gracias abun– dantes que te prodiga cada día. Los avaros de las cosas de la tierra todo el tiempo se les hace poco para enriquecerse de las cosas que perecen, al buen religioso todo el tiempo se le debe hacer breve para aumentar las riquezas eternas, que nunca perecerán. Si hasta el momento presente os encontráis defectuosos, os habéis olvidado de vuestro fin y habéis perdido el tiempo inútilmen– te..., decid en estos Ejercicios las palabras del Real Profeta: Nunc coepi (104). Ahora empiezo con nuevo fervor, con nuevas energías, descon– fiando de mi mismo y confiando en la misericor– dia de Dios. Ahora empiezo a ser verdadero re– ligioso, a tender a la perfección con todas veras, a darme enteramente a Dios, a trabajar constan- (103) Is., LXIII, 15, (104) I\'1rnc coepi. Ps. LXXVI, ll,
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