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750 «ALVERNIA)) eco de tus palabras es dulce para mí (79). ¡Ma– ría, Madre amable, Madre del Amor Hermoso, vi– da, dulzura y esperanza mía, robadora de cora– zones, Raptrix cordium, robadme el corazón! Que vaya yo en pos de tus ungüentos (80), en pos de tu hermosura, en pos de tus bondades... , y deje todas estas cosas de la tierra, cuya belleza y bondad es tan grosera, tan material, tan peque– ña, tan efímera ... , en comparación de la vues– tra... ¡Madre, robadme el corazón! ¿Qué gloria, qué satisfacción... no causará la vista de la Rei– na del cielo con todos sus adornos y atavíos ce– lestiales, di-vinos, inefables? ... IV. «VIRGO MARIA VENERANDA» Debemos venerar a la Virgen, después de la veneración que se debe a Dios. Entre otras razo– nes, por las siguientes: a) Por su excelsa dignidad.-En primer lugar, se deben evitar algunos excesos de gentes poco instruidas. No podemos igualar a la Virgen con Dios. No hay más que un Dios y no puede ha– ber otro ser que se le iguale. Dios es eterno e increado, la Virgen es una criatura que vino en el tiempo a la existencia. Ni tampoco se la puede comparar con Jesucristo, su Hijo, porque Éste era Dios y Hombre a la vez; era una Persona divina con dos naturalezas: divina y humana. La Virgen era pura criatura y su persona era hu– mana, como la de cua!quier mujer. Pero si no podemos iguarlarla a Dios y a Jesucristo, podemos acercarla, aproximarla en todo lo que no pugne con Dios. Honrándola, honramos a Dios y a las tres divinas Personas que se complacieron en Ella. Esn. veneración ha de ser menor que la de Dios, a quien se debe culto de latría; mayor que la (7flJ Surge' amica mea, speciosa mea, et veni... tcnde 1nih-i faciem tuam, sonet i•ox tua in auribns vox enim tua dulcis, et facies decora. Cant., II, 13, 14. (80) Trahc me: post te rurremus in odorem un– g¡¡entormn t11or1w¡,, Cant., I, 3

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