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748 «ALVERN!A)) nardo de Puerto Mauricio prngunta: «¿Sabéis cuál es el acueducto por el cual ctescienden a nos– otros las gracias celestiales?... La Virgen Ma– na» (H). Esta verdad explica S. Bernardino de Sena, diciendo: «Desde el momento que la San– tísima Virgen concibió en su seno a Dios-Hom– bre, adqmrló cierta jurisdicción y autoridad en todo lo que temporalmente procede del Espíritu Santo; de tal modo, que ninguna criatura r2- cibe de D~os alguna gracia de virtud, sino se– gun las dispensaciones de la Virgen. Siendo Je– sucristo nuestra Cabeza, de la cual fluye en el Cuerpo místico la gracia, la Virgen es como el cuello, por el cual esta corriente pasa a los miembros del cuerpo ,(72). San Lorenzo de Brin– dis añade: «Jesús y María son puertas del cielo; María, puerta por la cual Dios viene a nosotros; Cristo, puerta por la cual nosotros vamos a Dios. Cristo, puerta, porque es Mediador entre Dios y los hombres; María, puerta, porque es Mtdiado– ra entre Jesucristo y los fieles. Y como Jesucris– to, Mediador de Dios, tuvo la naturaleza de Dios, así María, Mediadora de Cristo, tiene la santidad de Cristo, del todo pura e inmaculada como Cristo ,(73). Esta doctrina general de los Padres de la Igle– sia se ha confirmado últimamente con el rezo del Oficio divino de la mediación universal de María, establecido por autoridad pontificia en la litur– gia sagrada... María es la plenipotenciaria de los tesoros de la divinidad•; por sus manos pasan todas las ri– quezas del erario divino; es un océano inmenso de gracias, dones y carismas celestiales. Todos los sedientos, los necesitados, los que padecéis al– guna tribulación, venid a esta Medianera, a esta Tesorera, a esta Madre de la divina gracia... Ella obtiene redención a los cautivos, salud a los en– fermos, consuelo a los tristes, perdón a los peca- (71) Manuale sacro, p. I, n. 22. (72) Senn. pro Fest. B. V. M., serm. 6, a. I. c. II, t. IV, p. 95. (73) Mariale, Opera omnia, t. I, p. 493.

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