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732 l<ALVE:RN!A)) como Yo he obrado (29). Él nos manda a todos que obremos de tal modo, que los que vean nues– tra,, obr::s glorifiquen al Padre celestial que está en los cielos ( 30). San Pablo, a los Corintios: Sed imitadores mios, como yo lo soy de Cristo (31). El ejemplo tiene más eficacia que las palabras: Verba rnovent, sed exern]Jla trahunt. Las acciones tienen más fuerza persuasiva que las palabras. La predicación puede ser privilegio de algunos; el buen ejemplo es patrimonio de todos. El ejem– plo es la escuela del género humano; es el len– guaje mudo de las personas convencidas. Recor– dad el episodio de S. Francisco de Asís cuando salió con su compañero a predicar a la ciudad. Regresando a la Porciúncula el compañero, pre– gunta, al Seráfico Padre: «¿Dónde está el ser– mó::1? ¿No decías que íbamos a predicar?» «Ya hemos predicado, hijo carísimo, con nuestra mo– destia y recogimiento, con nuestro buen ejem– plo.» 10. A])ostolado de los Hermanos legos.~ Los miembros de Institutos religiosos que no son sacerdotes pueden también ejercitar el aposto– lado. Los apostolados de la oración, del sacri- 111ficlc_•, del buen ejemplo, étc., que son comunes a todas clases de personas. En las Ordenes € Institutos quizá puedan de– dicarse también a la enseñanza del catecismo, al servicio de la Iglesia y a las obras de bene– fic:mcia, part:cularmente en tierra de misiones. En todo caso, en las casas religiosas pueden s3rv:r de ayuda a los sacerdotes, ocupándose en les servicios domésticos, en los oficios de la Co– uunidad, en los trabajos manuales y materiales n2cesarios para la humana convivencia. De este modo, indirectamente por lo menos, pueden cooperar al apostolado, dejando a los sacerdotes para que se puedan libremente dedicar a sus ministerios sacerdotales. (29J Joan., XIII, 12-15. (30) Matth., XV. 16. \31) I Cor.. IV. 16.

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