BCCCAP00000000000000000000622

DÍA X.-((DIES ACTIONIS ET DEPHECA'fIONIS)) 723 l. Por ley natural.-La primera razón por la cual estamos obligados al trabajo es la imposi– ción del mismo Dios. El Señor nos ha colocado en este mundo para que mediante nuestra ac– tividad y buenas obras consigamos nuestro últi– mo fin. En virtud de su naturaleza, no podía me– nos de exigir de nosotros la tendencia perpetua y constante hacia la felicidad de la criatura y glorificación del Creador. La criatura libre y ra– cional no puede conseguirlo sin operación, sin trabajo, sin la actuación de sus potencias. Es necesario el esfuerzo para recorrer la distancia que nos separa de nuestro término hasta llegar a su pacífica posesión. Cuando el capitán de un barco ha marcado en sus mapas la ruta y el fin de su navegación, no se acuesta tranquilo y se deja a merced de las olas, sino que llama a sus subordinados, pone combustible y fuego a sus máquinas, se provee de todos los medios nece– sarios para hacer la travesía, y lanza su navío con rumbo cierto a través de los mares hasta llegar al puerto, donde descansa... Del mismo modo nosotros somos navegantes hacia nuestro último fin ... , lo conocemos; para conseguirlo, te– nemos que imperar a nuestras potencias infe– riores, a todas nuestras actividades para que tra– bajen hasta conseguir el fin. Por esto dijo el divino Maestro que el reino de los cielos padece violencia, y sólo los que se la hacen la arrebatan. Dios nos ha entregado la vida como un tesoro, como un don precioso. como una moneda de inestimable valor para comprar nuestra futura felicidad. Despreciarla sería una desgracia irre– parable y una ingratitud vergonzosa. «Cada uno recibirá la merced de su trabajo», dice S. Pa • blo (2). Job nos dice que el hombre nace para el trabajo, como el ave para volar .(3). Salomón aconseja al holgazán que aprenda la sabiduría (2 Unusq1úsc¡ue autein vroJJriam sceuncluin suum laborem. I Cor., III, (3) Homo nc1scitur acl lalJOre111, et Job" V. 7.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz