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DÍA IX.-«DIBS UNIONIS MYSTICAE)) 713 fuerza de este mundo se puede oponer a la vo– luntad eficaz de Dios omnipotente. De grado o por fuerza, tenemos que somettrnos a las even– tualidades de la vida, a las contradicciones, a las adversidades, persecuciones, enfermedades, dolores... , muerte. «El deber de sumisión-dice A. Tanquerey-al beneplácito de Dios en las des– dichas, es de justicia y de obediencia, puesto que Dios es nuestro Soberano Dueño, que tiene sobre nosotros toda la potestad. Es deber de pru– dencia, porque seria necio querer sustraerse a la acción de la Providencia cuando se halla la paz en la humilde resignación. Es deber de propio interés, porque la voluntad de Dios no nos prue– ba sino para nuestro bien, para ejercitarnos en la virtud y para que consigamos mayores méri– tos. Pero, sobre todo, es un deber de amor, por– que el amor es lrncer don de si mismos hasta el sacrificio» (164). Un religioso debe ponerse en las manos de la Providencia como un pedazo de arcilla se pone en las manos del alfarero para que le dé la forma que quiera; como el bloque de piedra o de madera se dejan labrar para que el artista saque una bella imagen; debe estar indiferente y resignado en el lugar, en el con– vento, en la celda; con este Superior o con el otro, con estos Hermanos o con los otros; en la enfermedad y en la salud; en el convento o fuera de él; en el púlpito o en el confesonario; en un oficio bajo o en otro más elevado. Todo debe ordenar a su santifi.cación. Al perfecto re– ligioso, que ha conformado su voluntad con la de Dios, no habrá cosa que le contriste. Todo lo dicho es muy cierto, pero no lo es menos que cuando no se ha llegado todavía a un grado elevado de perfección, la cruz se hace muy pesada, los trabajos molestan, las tribula– ciones abaten, las persecuciones ofenden, las en– fermedades duelen, la resignación no pocas ve– ces falta y parece se quieren corregir los planes de { 164) AD. TANQUEREY, Co1np. de Ascética 1J Mística, P. I. cap. V, n. 488, P. 322. «ALVERNIAll 46